UN MAYO ETERNO
En el calendario de todos los tiempos, en el itinerario de toda una vida, siguiendo el surco que deja en nuestro camino su Cruz, permanentemente está María. La Madre que calladamente nos acaricia el alma, que nos reconforta en la ternura y la seguridad de que siempre va a estar ahí, junto a nosotros, haciendo de nuestro paso por la vida un mes de Mayo sin fin.
Un Mayo eterno en el que orar ante Ella, con nuestras propias palabras, entregando nuestro pensamiento en sus brazos y al calor de sus enseñanzas.
Un Mayo eterno que revive las emociones, que tantas veces se han sucedido en la penumbra iluminada del espacio mágico, que nos acoge frente a su capilla.
Porque sentirla cerca es el tremendo privilegio del que disfrutamos los cristianos. Cerrar los ojos y volcar nuestros sentimientos en una íntima y sencilla oración que nos conecta de un modo único y entrañable con María, nuestra Madre. La que con su ejemplo nos da fuerzas aún cuando pensamos que ya no nos quedan. La que con su presencia suaviza el dolor por la pérdida de aquellas personas a las que tanto quisimos, y seguiremos queriendo porque sabemos que están junto a Ella, que no se han ido. La que con su mirada nos enseña dulcemente una manera nueva de mirar al mundo, con los ojos empañados de tanta emoción y más lúcidos que nunca, de tanto amor. La que se nos muestra como un espejo de virtudes en el que mirarnos para ser mejores.
María es el impulso del que persevera, el oxígeno del que resuella de tanto penar, y es el mullido pesebre maternal donde reposar nuestra tristeza. Pero también es la sonrisa orgullosa cuando quien dice quererla, la honra con sus actos, más allá de banales excusas y de incumplidas promesas.
En el Mayo eterno de la vida, aspirar a ser dignos de honrar a nuestra Madre, ha de ser nuestro ferviente compromiso.
Vayamos con flores a María, hechas de unidad y de encuentro, de lucha contra las injusticias, de rencores adormecidos, de dignidad bien entendida. Vayamos henchidos de humildad sin techo y sin medida, con los brazos en cruz, sintiéndonos orgullosos a la par que vulnerables, abanderando el Evangelio del que queremos ser parte y testigos, rejuvenecidos por la fortaleza de la Fe, y siempre agarraditos de su mano.
En el Mayo eterno de la vida, la siempre Esperanza y el verdadero Amor, serán nuestro motor para lograr honrar a María.
Rosa María Cossi Magaña